sábado, 9 de enero de 2016

Septiembre.

Gracias; por hacerme creer que existía cuando sólo era la botella de agua cuando tenías sed.

La persona que va y viene, el billete de ida, el de vuelta tú lo regalas; sin darlo en mano, lo dejas en el suelo y el aire se encarga de llevarlo.

Buscas el tren de la felicidad, sin darte cuenta de que no estás en la estación correcta, pero te sienta bien buscar algo distinto.
Con lo que me costó encontrar la buena estación... Y la destruyeron al caer los muros.

Que vuelvas a recogerme, y no esperes a nadie más; estoy dentro, quizás no soy suficiente, pero, ¿sabes? puedes probarme.

Qué decirte si sé que harás la noche en la estación; con las luces apagadas, y con un frío que mata esquimales. Quizás si llego  con una manta, notarás mi presencia y me abrazas. Quizás me quitas la manta y me empujas a las vías.

Y yo mientras, aquí, llorando del empujón, viendo de lejos el tren, mientras tú gozas del calor de la manta... Manta que tiene origen en mí.

Despierta y olvida que he estado cerca, no soy quien quiero, ni quien tú esperas; mejor me voy y desaparezco. Jamás recuerdes mi mirada, y mucho menos mis manos y las marcas. Despierta y sé feliz, pero que por lo menos hayas dormido a gusto.



Siento escribir esto.

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